miércoles, 5 de mayo de 2010

PARALELISMOS;1.932

Salvando las distancias,os suenan los paralelismos de la política catalana de entonces y ahora?
Texto facilitado por mi amigo Diego Vera:

Recupero este texto de 1932, de indudable interés histórico, con motivo de la celebración del 1º DE MAYO, DÍA DEL TRABAJO. El mítico sindicalista Juan García Oliver critica implacablemente las políticas de ERC y demuestra el carácter antiobrero y profundamente demagógico del nacionalismo catalán.

ENEMIGOS DEL PROLETARIADO CATALÁN

Juan García Oliver, dirigente histórico de CNT desde la prisión (año 1932).

Hace solamente unos quince años, los trabajadores de Cataluña dieron patentes pruebas de haber superado la tradición histórica de su pueblo. Cataluña, la Cataluña auténtica, la que trabaja y piensa, había relegado al olvido, como quien se desprende de algo que por anticuado es inservible, el anhelo separatista que de una manera tan pobre e insustancial se empeñaban en sostener un puñado de sacristanes investidos de los atributos de la literatura. La «Historia de Cataluña» de Víctor Balaguer ni siquiera era leída por las personas más cultas de la intelectualidad catalana. El pueblo hacía tiempo que había dejado de leer los acaramelamientos patufetistas a lo Folch i Torres, quien solamente conseguía entretener los ocios de las estúpidas hijas de los burgueses.

El trabajador catalán pensaba y obraba por encima de sus estrechas fronteras locales. Todo lo más, recogiendo la parte sana de su espiritualidad: ofrecía a los pueblos ibéricos un tipo de organización proletaria que, como la CNT, permitía, dentro de sus amplios principios federalistas, la posibilidad de estrecha y fraternal convivencia de todas las regiones peninsulares. Cataluña se superaba ella misma, y aparecía ante el mundo revestida del más elevado sentido de universalidad.

La CNT dio un serio golpe a todos los localismos, regionalismos y separatismos de España. Por primera vez, los españoles encontraron un punto de convivencia y mutua compenetración. La espiritualidad federalista e internacionalista del anarquismo habían obrado el milagro. Tocaba a un puñado de aventureros de la política el ser los atentadores y destructores de este caso de simpatía y fraternidad ibérica, que ojalá pueda verse restaurado y hecho extensivo a todos los pueblos del globo.

Mientras que por un lado, la CNT se dedicaba a la gigantesca labor de dar una unidad federalista a los trabajadores españoles (elemento indispensable para poder realizar sobre bases sólidas la gran revolución social que se proyectaba en nuestro país), había por otro lado en Cataluña, un pequeño núcleo de tenderos, curas y ratones de sacristía que se dedicaban a hacer política separatista. Nadie les hacía caso. Vivían ahogados por la gran gesta revolucionaria que llevaban a cabo los trabajadores de Cataluña y España. Pero vino la dictadura de Primo de Rivera y, con ella, la idiota política de perseguir a esos cuatro tenderos, curas y ratones de sacristía, produciendo una leve exaltación de aquel sentimiento de catalanidad que tan acertadamente definiera el poeta Josep Carner, y que nada tenía de común con el sentido político separatista, de los cuatro logreros de la política de las cuatro barras y la estrella solitaria.

Con la persecución de los pocos separatistas, vino la desbandada hacia el extranjero y los comploteos ridículos de gentes que, inútiles para el trabajo, se pasaban el tiempo en las mesas de café diciéndose pestes unos de otros y demás tonterías por el estilo. Nada grande ni de importancia acometieron aquellos separatistas contra la dictadura primoriverista, ni por la obtención de su cacareada independencia. París, el de la holganza, la bohemia y la golfería, se les ofrecía con todos los atributos de sus reducciones ¿Quién, de aquellos vividores que se decían separatistas, pensaba sinceramente en la independencia de Cataluña? Bien claro se ha visto: ninguno.

El separatismo de los separatistas de Cataluña, la idealidad de esos hombres que hace unos meses, cuando dirigían sus peroraciones al pueblo, se llenaban la boca con aquellas expresiones de «queridos hermanos», «os quiero como a hijos míos» y demás zarandajas paternalistas, ha quedado demostrado hasta la evidencia que tanto su separatismo como su idealismo quedaba reducido a un afán de comerse a Cataluña, a San Jorge y a la misma Generalidad, antigualla carcomida que con muchas prisas y sudores extrajeron de los archivos históricos tan pronto como los gobernantes de Madrid se sostuvieran un poco sobre los patriarcales bigotes de Macià [sic].

De hombres y políticos traidores ¿qué se podía esperar? El humillado por un superior gusta de humillar a sus inmediatos inferiores. Aquellos políticos hambrientos de sinecuras, arriaron la bandera del separatismo solamente porque se les tolerara el comer a dos carrillos. Por de pronto, se comieron las barras y la estrella solitaria; después, todo cuanto ha caído bajo sus fauces abiertas, hasta su propia vergüenza.

Pero había unos hombres, los anarquistas, que les estorbaban durante su cotidiano deglutir. Los anarquistas les decían a los trabajadores cuántos apetitos inconfesables esconden las melifluas palabras de los políticos, aun cuando esos políticos se denominen de «la Izquierda catalana». Y a medida que los anarquistas conseguían que el pueblo trabajador fuera dejando, despreciativamente, a los políticos que comían y a los que estaban a dieta esperando su turno, los hombres de ese partido que se denomina Esquerra Republicana de Catalunya palidecían de ira al pensar que la propaganda anarquista, de seguir extendiéndose, amenazaba con arrancarles la pobre Cataluña que ellos se tragaban.

Fue entonces cuando los políticos agazapados en la Generalidad se juraron el exterminio de los anarquistas. Aún retumba el eco de las palabras de amenaza pronunciadas por Lluhí y Vallescà en el Parlamento, al referirse a los dirigentes de la Federación Anarquista Ibérica. Reciente aquella expresión rufianesca de Companys, al decir después de la huelga general de septiembre, que había que apretarles los tornillos a los extremistas de Barcelona. Cálidas y de actualidad resultan todavía, aquellas declaraciones de Macià en las que decía que era de suma necesidad expurgar a Cataluña de los elementos morbosos.

Se han cumplido las amenazas de Lluhí y Vallesecà, los deseos de Companys y las saludables intenciones de Macià. Los hombres de la Federación Anarquista Ibérica, los extremistas, los morbosos, ya están presos los unos, y ya marchan hacia la deportación los otros.¿Qué más os falta, señores de la Esquerra Republicana de Catalunya? ¿Ya podéis comer y digerir bien? ¿Para cuándo ese Estatuto ridículo que no podría servir ni para regir los destinos de una sociedad de excursionistas?

Desde hace años, la CNT, organismo anarquista y revolucionario, bajo sus principios federalistas acogía a todos los trabajadores de España, dándoles al mismo tiempo una unidad espiritual. Hoy, los elementos verdaderamente sanos de la CNT, los no contaminados por el virus político y burgués, que es casi decir todos sus militantes, han reemprendido la magna tarea de refundir en una sola idealidad los sentimientos del proletariado ibérico. Frente a los militantes anarquistas de la CNT, se levantan con su política localista y regionalista, aquellos cuatro tenderos, curas y ratones de sacristía de ayer, muy bien enchufados hoy a las arterias de Cataluña, pretendiendo destruir la solidaridad del proletariado español.

Dentro del palacio de la Generalidad, elaboraron un Estatuto que decían concretaba las aspiraciones de Cataluña. Hubo una farsa de plebiscito para su aceptación. El Estatuto será o no será aprobado por las Constituyentes ¿Qué más da?... Cataluña, y esta vez de una manera verdaderamente democrática, ha dicho ya cuál tiene que ser su Estatuto, su auténtica manera de vivir para el futuro... Cataluña, solidaria otra vez del resto de España, desprecia a sus políticos, y mientras que en Corral de Almoguer, Almarcha y otros pueblos hispanos izaban la enseña revolucionaria como símbolo de sus apetencias renovadoras, Fígols, Cardona, Berga, Tarrasa, en un bello amanecer, cuando las brumas se disipaban, descubrían al mundo un nuevo porvenir bajo el aletear electrizado de sus rojos y negros.

Ya pueden los enchufados enemigos del proletariado catalán amenazar a los componentes de la Federación Anarquista Ibérica y pedir que se aprieten los tornillos a los extremistas y propugnar exterminios de «morbosos». No importa, Cataluña ha dicho ya, y eso de una manera que no deja lugar a dudas, que quiere vivir sin políticos, sin burgueses, sin millonarios, sin curas, ni ratones de sacristía. El obrero catalán se funde otra vez con el obrero de España y del mundo entero. Por encima de la Izquierda Catalana y de sus encubiertos corifeos.

1 comentario:

Xurde dijo...

Pepe Domingo:http://blogs.e-noticies.com/jose-domingo/sarcasmos_sindicales.html

03 de Maig de 2010

Sarcasmos sindicales
La expectación es máxima por conocer el resultado final de la reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña. En las comunidades de vecinos, en las fábricas y en los bares, este tema ha desplazado al problema del desempleo y de la crisis económica. De hecho, las familias con todos sus miembros en paro (casi un millón trescientas mil de los cuatro millones seiscientos mil desempleados) han dejado de preocuparse por el problema del empleo y valoran las distintas posibles reacciones a llevar a cabo en caso de que el Tribunal Constitucional declare -tiemblan con sólo pensar en esa posibilidad- que Cataluña es todavía una nacionalidad y no una nación.

La preocupación ha alcanzado tal magnitud que en la última concentración del primero de mayo de Barcelona tanto Alvarez (UGT) como Gallego (CC.OO), han decidido expulsar del campo de juego institucional al Tribunal Constitucional al concluir que este órgano no tiene legitimidad para amputar el Estatuto. Es más, el líder asturiano de la UGT catalana, enardecido por el clamor de los manifestantes, ha proclamado solemne: “El Estatuto representa la lengua, la nación y la simbología, pero también es financiación, infraestructuras, políticas sociales y sanidad”.

Realmente, en el contexto actual sólo desde la demagogia y la obcecación se puede llegar a sustentar que las políticas sociales y la sanidad puedan estar en peligro por un fallo adverso del Tribunal Constitucional. El papel de los máximos dirigentes de los sindicatos es de pleitesía completa a la política nacionalista, aún cuando ello suponga ir en contra de los intereses sociales de los trabajadores a los que dicen defender. Ahí van unos ejemplos. Durante estas últimas semanas, UGT y CC.OO. se han mostrado entusiasmados por la creación de la Agencia Catalana de la Inspección de Trabajo que conllevará en la práctica la ruptura de la unidad de actuación de los inspectores de Trabajo con la consiguiente pérdida de eficacia de las políticas preventivas y de control de la siniestralidad laboral. También han aplaudido vincular el acceso de los trabajadores extranjeros a los permisos de residencia, de trabajo y a la nacionalidad española a la superación de cursos de catalán (sólo de este idioma) de 135 horas, más 20 horas de conocimiento de la sociedad y la realidad cultural catalana y 10 horas de derechos laborales; estos requisitos no se exigen en ninguna otra Comunidad Autónoma y harán que para los inmigrantes sea más difícil tener estos papeles en Cataluña que en otras partes de España. Por cierto, este mismo tipo de medidas son las que históricamente ha defendido la derecha más reaccionaria en Europa. En esta misma línea, en sus comparecencias en el Parlamento catalán, las organizaciones sindicales han hecho gala de que la preservación de la “lengua y de la nación catalana” es su máxima prioridad y no la protección de los trabajadores, y han avalado la nueva redacción del Código de Consumo de Cataluña que desarrolla la disponibilidad lingüística prevista en el Estatuto, por la que se obliga a atender a los usuarios y consumidores de manera inmediata de forma oral y por escrito en la lengua que éstos exijan. Es más, les ha dejado insensibles el hecho de que esta obligación podría conllevar que trabajadores que no conozcan bien el catalán o el castellano pierdan su puesto de trabajo por despido objetivo por ineptitud sobrevenida.

Visto lo visto, el lema de la manifestación del uno de mayo: “Por el empleo de calidad y la protección social” sólo se puede entender como un triste sarcasmo sindical.